El que no reconoce a su Maestro, no es digno de su sabiduría. - Pedro Amorós-
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El más allá y las religiones

           Siempre he pensado que el temor a la muerte, el miedo a lo desconocido, el después ¿qué?, es lo que ha impulsado al ser humano, a través de toda la historia de la humanidad a buscar  “algo” que diera sentido a este fin físico, “algo” que permitiera creer en un más allá y en cierto modo a forjar una inmortalidad.


          De ahí que desde la más remota antigüedad, todas las sociedades crearan dioses, profetas, seres superiores, gurús, maestros, guías espirituales, en los que depositar la esperanza de una trascendencia que nos llevara a otras vidas.

 

EL MÁS ALLÁ Y LAS RELIGIONES


Por : Isabel Navas ( Escritora )

 


isabel navas - www.pedroamoros.com           Siempre he pensado que el temor a la muerte, el miedo a lo desconocido, el después ¿qué?, es lo que ha impulsado al ser humano, a través de toda la historia de la humanidad a buscar  “algo” que diera sentido a este fin físico, “algo” que permitiera creer en un más allá y en cierto modo a forjar una inmortalidad.


          De ahí que desde la más remota antigüedad, todas las sociedades crearan dioses, profetas, seres superiores, gurús, maestros, guías espirituales, en los que depositar la esperanza de una trascendencia que nos llevara a otras vidas.


         Esta necesidad espiritual y emocional ha producido a través de la historia creencias tan naturales como la animista, con Gea la diosa Tierra, el Dios Sol, creencias que en su simplicidad están cerca del ser humano en sus diversas etapas evolutivas. Al margen de la verosimilitud de estas creencias existen las mismas un estado puro de conciencia aunque sus prácticas resulten un tanto anárquicas y extravagantes, dependiendo de la tribu, país o sociedad que las practican.


          Quetzalcóatl (la serpiente emplumada), Viracocha (con la Pachamama), Jehová, Zoroastro, Baal, Osiris, Akenatón, Moisés, Sidharta, Jesús, Mahoma, la mitología griega con su corte de dioses y personajes exóticos, los cientos de dioses que a través de los milenios han venido apareciendo y desapareciendo, dan cuenta de lo profundo y necesario que para el ser humano resulta la necesidad de creer en la trascendencia del ser, de ir más allá de lo conocido.


          Desgraciadamente, esta necesidad de crear dioses a los que se les atribuye poderes omnipotentes, pasa después a ser manipulada por el hombre, permitiéndoles ejercer un poder, en la mayoría de los casos sectario e interesado, produciéndose la degeneración de la idea primigenia y transformándose en religiones sectarias y muchas de ellas jerarquizadas y muy poderosas, apareciendo una dominante casta sacerdotal intransigente y controladora, cuya práctica se aleja cada vez más de la idea y el pensamiento original, pero que va adquiriendo un gran poder terrenal y un dominio absoluto sobre gran parte de la humanidad.


           Actualmente son muy numerosas las religiones que se practican por todo el orbe. Increíblemente y a pesar de los avances culturales, tecnológicos y de todo orden, que nos permiten conocer y comprender muchos de los misterios que dieron lugar a estas creencias, nos aferramos a las diversas religiones en un desesperado intento por seguir creyendo en la inmortalidad.


           Son miles de millones los seres que practican el hinduísmo, el judaísmo, el islamismo, el cristianismo en sus diversas variantes, el budismo. Existen además cientos de sociedades y sectas seudo religiosas esparcidas por todo el mundo.


           Si analizamos el hinduísmo desde nuestra perspectiva occidental, nos sorprende que en pleno siglo XXI, puedan venerarse a las vacas, a las ratas, a los monos, que existan las castas, que se adoren cientos de dioses, que se purifiquen en ríos sucios y contaminados.


           Pero también sorprende la radicalización del islamismo, resurgido estos últimos años con una gran furia sectaria que une religión con nacionalismo, dando lugar a un fundamentalismo ciego e incontrolado que asusta y preocupa.


          Tanto el islamismo como el cristianismo hunden sus raíces en el judaísmo y se nutren básicamente del Antiguo Testamento y de la Biblia.


saturno devoranto a su hijo - www.pedroamoros.com          Jehová es el temible dios de los judíos y, si sorprendente es la creencia hindú en los múltiples dioses a los que adoran, el Talmut y La Torá con sus profetas, castigos y sacrificios, no le va a la saga, resultando incomprensible que un pueblo inteligente y culto como es el judío, a estas alturas y después de haber padecido a través de la historia toda clase de males y sufrimientos, tales como exterminio, expulsiones, éxodo, persecuciones, etc., siga creyendo en la bondad y omnipotencia de un dios que resulta tan poco protector para sus devotos; para los que se consideran “el pueblo elegido”.


         Viendo lo visto surge la pregunta ¿por qué el ser humano sigue teniendo esa necesidd de creer en alguien superior que rija sus destinos?.


         Por razones de poder y dominación, todas las religiones son en mayor o menor grado misóginas, es decir, que consideran a la mujer inferior al hombre e indigna de representar a Dios en la tierra, papel reservado exclusivamente para los hombres.


         Donde estas diferencias alcanzan niveles rayanos en el más alto desprecio a la mujer, llegando incluso a la crueldad física, es en el islamismo.


         Nuevamente nos sorprende la fragilidad, la debilidad del ser humano, cuando vemos que las propias mujeres musulmanas, no solamente admiten que Mahoma las discrimine y que en algunas suras del Corán se las trate de forma despectiva, sino que en muchos casos, se someten voluntarias y justifican el trato vejatorio.


         Y surge la pregunta ¿qué hay detrás de esa necesidad de aceptar y creer ciegamente?.


         Cuando se le pregunta a un cristiano sobre algo que para nuestra razón resulta incomprensible, inadmisible, la respuesta es “Fé”. Tener Fé.


         En este caso religioso Fé significa creer en los dogmas y enseñanzas que la iglesia católica (que se considera representante legítima de Dios en la Tierra) nos obliga a aceptar, sin que podamos cuestionarnos la autenticidad de los mismos.


           En muchos casos estos dogmas van en contra de la propia inteligencia del hombre, de su instinto natural y de la razón, pero se le obliga a aceptarlo en nombre de la Fé, anulando siempre las voces discordantes.


          En los dos mil años de existencia, la iglesia católica ha sabido acaparar a la mayor parte de los creyentes cristianos, a pesar de las distintas vertientes del mismo, como pueden ser los protestantes, anglicanos, luteranos, ortodoxos, adventistas, testigos de Jehová, evangelistas, etc., etc.


         Pero pese a tanta dispersión el Papa de Roma sigue siendo el máximo dirigente de la iglesia en general y su poder terrenal es inmenso, puesto que son muchos millones los seres que le siguen fielmente y creen en su poder espiritual.


         La historia de la iglesia católica es terrorífica y está plagada de hechos bochornosos y sangrientos, desde las cruzadas al asesinato de los templarios, la temible Inquisición con sus refinadas torturas y quema en las hogueras y más modernamente sus escándalos sexuales, financiero, apoyo a las dictaduras, entorpecimiento al avance de la ciencia. Y sobre todo su desmedido afán de poder y riqueza.


           Bien, pues a pesar de todo ello son miles de millones los seres que creen, se postran y obedecen a las autoridades eclesiásticas y aceptan todo por la Fé.


         Precisamente es la mujer con su masiva presencia en la iglesia, la que mayoritariamente sostiene ese poder, poder que la discrimina no considerándola apta para el sacerdocio y a la que a través de toda la historia ha considerado dependiente del hombre, ya que fue creada de una costilla del mismo, (por lo tanto, no tiene identidad propia) y es ella la culpable del pecado original al tentar a Adán con la manzana y por si fuera poco hasta hace unos pocos siglos, la propia iglesia ponía en duda que la mujer tuviese alma.


           No hay más remedio que preguntarse una vez más, ¿cómo es posible que al día de hoy existan tantos millones de mujeres creyentes?.


           Hay quienes consideran el budismo una filosofía existencial, yo prefiero considerarlo una filosofía-religiosa o una religión-filosófica cuyo máximo poder reside en el Dalai Lama.


           Su creencia en la reencarnación lo hace incluso atractivo para el mundo occidental, donde cuenta con gran número de adeptos y simpatizantes.


           Sin embargo, también en el budismo se discrimina a la mujer, hasta el punto de que un lama no puede rozarse con una mujer por considerarla impura.


           No obstante el budismo resulta ser la menos proselitista de las religiones.


          Por último habría que hablar, aunque sea de forma anecdótica, del “Creacionismo” resurgido últimamente en Estados Unidos y con pretensiones de extender también por Europa su teoría del diseño inteligente, donde se pretende ignorar no sólo el Big Bang, la existencia de los dinosaurios y sobre todo la evolución de las especies.


         Cuesta creer, no en la idea del “diseño inteligente” o del “eslabón perdido”, si no en la negación de todo aquello que a través de muchos estudios científicos y comprobaciones empíricas han ido asentando las bases de nuestro conocimiento actual, susceptible de posibles modificaciones, pero nuna de su negación sistemática, como vienen haciendo los “creacionistas”.


RESUMIENDO: ¿Por qué se aferra el ser humano a creencias la mayoría de las cuales, aparte de falsas, resultan absurdas y disparatadas?.


         Quizás ello nos lleve a plantearnos la posibilidad de que en lo más hondo de nuestro ser, en la parte más atávica de nuestro cerebro, exista la evidencia de esa “chispa divina”, origen de nuestra necesidad de creer.

 

 

Redacción:

        Este artículo de Isabel, fue escrito y concebido durante el sueño. Aunque parezca extraño -según me contaba Isabel- cierto día se despertó súbitamente en mitad de la noche y sus manos escribieron las líneas que usted acaba de leer, cosa que desde el punto de vista del estudio de la mente y de la consciencia es sumamente interesante de analizar y de estudiar.

        Quizá ese estado produjo en la escritora la emulsión de ideas que, como el agua, fluyeron de lo más profundo de su mente de una manera tan descriptiva como se puede comprobar.